Conversaciones con estrellas

Lo besaba una tenue luz naranja. El hombre llevaba puesto un sombrero de colores incandescentes con decoraciones espejadas. Tocaba un clarinete de melodía triste. Para mí, era también un acordeón. La mujer medicina golpeaba mi pecho con un ramo de hojas secas.

Se encontraron un padre, el mío, y un abuelo: el Danzante de Pujilí. Un abrazo a la descendencia.

Las estrellas se asomaban entre las ramas que fueron nuestro techo. A lo largo de la noche, observé su recorrido. O mejor dicho, observé -y percibí- el nuestro. Las tres marías pasaron y se fueron. Sentí un leve apego al anticipar su partida. Se irían a otro hueco entre los árboles. O quizá otro hueco se posicionaría frente a ellas.

Supe, con cada célula de mi cuerpo, que soy parte de un todo. También supe que el tiempo no es lineal, simplemente lo percibimos así como resultado de una sintaxis creada para nuestra comprensión. Exigimos comienzos, desarrollos y finales (muerte) en tanto declaraciones de hechos. Pero, ¿el universo comenzó? ¿va a morir?

 

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